Cubanos
Nedda G. de Anhalt
Segunda edición, con prólogo aumentado.
Editorial Ariadna México, colección de memorias y entrevistas: Los Recuerdos del Minotauro /2 México, 2022, 312 pp.
Contiene 17 entrevistas a:
Amelia del Castillo, Armando Álvarez Bravo, Luis Ignacio Larcada, Josefina Leyva, Tere Vales, Rita Geada, Rosario Hiriart, Pedro Corzo, Luis de la Paz, Ángel Cuadra, José Abreu Felippe, Armando de Armas, José Antonio Albertini, Enrique Rodríguez Mirabal, Félix Cruz Álvarez, Miriam Gómez y Zoé Valdés.
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Introducción
Cubanos es un libro de entrevistas reunidas durante los últimos años que intenta recuperar, a través de recuerdos y reminiscencias, la memoria colectiva, histórica, del exilio cubano. Un exilio que, salvo algunas excepciones, es desconocido, y por ende incomprendido e incluso vilipendiado.
Este exilio cubano e inxilio impuesto de los que no han logrado salir, dio comienzo en la madrugada de 1959 y hasta la fecha (2020) continúa cada vez que un artista, médico, deportista, o cualquier cubano tenga la oportunidad de escaparse del régimen castro-comunista de la Isla que, durante estos sesenta y un años, ha ejercido un poder absoluto sobre el sufrido pueblo cubano. Dicho exilio es considerado como el “exilio histórico”, después adoptó los nombres de los lugares de salida, como fue el caso del puerto de Camarioca, en 1965.
El éxodo del Mariel (del 15 de abril al 31 de octubre de 1980) fue resultado de la toma de la embajada de Perú. En instantes se llenó de más de 10 800 cubanos, quienes se colgaron hasta de las ramas de los árboles, en el jardín de la embajada, dispuestos a huir. Este éxodo fue nombrado como el de “los marielitos”.
Desde el comienzo de la revolución siempre fue difícil salir de Cuba, por eso el asilo en las embajadas fue otra opción de escape. Ya después se volvió imposible. Los versos proféticos de Virgilio Piñera, escritos en 1942, cobran una actualidad aterradora en “La isla en peso”, poema intenso y extenso, uno de los más importantes de la literatura cubana.
Recupero de memoria los siguientes versos:
¡No se puede salir!
¡No se puede salir!
La vida del embudo
Y encima la nata de la rabia.
Con el tiempo, vino el “exilio de terciopelo”, donde los privilegiados que tienen alguna conexión militar, diplomática, universitaria o de otra índole pueden entrar y salir de Cuba sin tener que recurrir al precario y desesperado recurso de las balsas. Se calcula que, por el estrecho de la Florida, en balsas o transbordadores, se han perdido ya cientos de miles de vidas de la población cubana.
Al libro Cubanos, le anteceden dos sobre este mismo tema: Rojo y naranja sobre rojo, con entrevistas a Guillermo Cabrera Infante, Lydia Cabrera, Margarita Oteiza de Castro, Severo Sarduy, Enrique Labrador Ruiz, Eloísa Lezama Lima, Reinaldo Arenas, Heberto Padilla, Eugenio Florit, José Llovio-Menéndez y Carlos Franqui. Dile que pienso en ella, escrito ocho años más tarde, presenta conversaciones con Justo Rodríguez Santos, Herminia del Portal, Martha Frayde, Gastón Baquero, Pancho Vives, Lorenzo García Vega, Ángel Gaztelu, Belkis Cuza Malé, Leví Marrero, Alfredo Lozano, Cristóbal Díaz y María Elena Cruz Varela.
Cubanos contiene diecisiete entrevistas a Amelia del Castillo, Armando Álvarez Bravo, Luis Ignacio Larcada, Josefina Leyva, Tere Vales, Rita Geada, Rosario Hiriart, Pedro Corzo, Luis de la Paz, Ángel Cuadra, José Abreu Felippe, Armando de Armas, José Antonio Albertini, Enrique Rodríguez Mirabal, Félix Cruz Álvarez, Miriam Gómez y Zoé Valdés.
Si se quisiera establecer alguna diferencia entre Cubanos y los dos libros antes citados, ésta sería que, tanto en Rojo y naranja sobre rojo, como en Dile que pienso en ella, muchas entrevistas fueron publicadas en suplementos literarios y revistas en México y en el extranjero. Aquí, en Cubanos, todas las entrevistas incluidas son inéditas.
Creo con firmeza que la Historia se entiende mucho mejor por medio de un memorioso testigo de acontecimientos históricos; o incluso de sucesos cotidianos como sucede en una de las entrevistas de este libro, con la explicación dada sobre una fruta, de la maestra “revolucionaria” a su clase. Algo tan simple, que, sin embargo, logra poner en ridículo al cacareado mito de la “educación” en Cuba.1 Yo misma, sin proponérmelo, fui partícipe de un hecho histórico, cuando fui invitada a presentar mi libro Dile que pienso en ella, por la Sociedad de Periodistas Independientes de Carta de Cuba, a San Juan, Puerto Rico. En aquel entonces (6 de agosto de 1999), dicha revista era dirigida por el poeta, crítico de arte y ex guerrillero, Carlos Franqui. El enorme salón estaba repleto de óleos, acuarelas, esculturas porque se celebraba el aporte artístico de los cubanos exiliados a la comunidad puertorriqueña. De súbito, la celebración cobró un giro inesperado cuando se supo la noticia de que unos deportistas cubanos de raza negra, junto con su entrenador de raza blanca, habían logrado escapar de Cuba (menciono las razas porque el racista régimen castrista ve la salida de gente de color como un desprestigio para la revolución). Ellos, ahí presentes, fueron recibidos como auténticos héroes, pues se supo que durante la travesía, como un gesto de liberación, arrojaron al fondo del mar las medallas que habían recibido en Cuba. Ese 6 de agosto, todos de pie y con un brazo cruzado al pecho, escuchamos en respetuoso silencio, el himno nacional de Cuba. Poco después, leí una anécdota curiosa sobre José Martí y la compra de un abrigo que está en la entrevista del poeta Justo Rodríguez Santos en el libro Dile que pienso en ella. Todos estábamos felices, en especial los deportistas que se doblaban de risa.
Y si he querido compartir con los lectores esos momentos de intensa alegría —no incluidos en el libro—, de aquel memorable 6 de agosto de 1999, es porque en estas entrevistas ofrecidas en Cubanos, no abundan precisamente instantes de alegría, pero sí muchos plenos de autenticidad, algunos hasta sorpresivos. Sólo espero que estos retazos de vida de mis compatriotas, sean valorados con el debido entendimiento.
Nedda G. de Anhalt
Enero, 2020
1. Antes de 1959, según datos de la UNESCO, la República de Cuba era, después de Argentina y Uruguay, el tercer país con más alto índice de alfabetización y educación en Latinoamérica.
NEDDA G. DE ANHALT
SEMBLANZA