Semblanza:

Rosa María Fajardo González, es escritora y periodista. Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se tituló con Mención Honorífica y obtuvo la equivalencia de grado por la Università degli Studi di Trieste en Italia. Cuenta con Máster en Scrittura creattiva en la Università degli Studi Suor Orsola Benincasa de Nápoles y Maestría en Literatura y Creación Literaria en la Casa Lamm.

Fue catedrática en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y docente en el Tecnológico de Monterrey y la Universidad Insurgentes. Con la UNAM ha colaborado también como correctora de estilo de los Planes de Estudio en Línea de la Universidad Abierta y Educación a Distancia (CUAED) y como coordinadora del equipo para el levantamiento de encuestas de satisfacción CONEVAL.

Trabajó en el periódico unomásuno, donde fue correctora de estilo del suplemento sábado, reportera y coordinadora  del Departamento de Monitoreo. Vivió, por más de doce años, en Italia, desempeñándose como consultora, diseñadora e instructora de cursos de capacitación empresarial, profesora de español, traductora e intérprete.

Ha publicado en medios mexicanos como los suplementos sábado y Acento X, de unomásuno y en la revista Generación, y en Italia en la revista literaria Lìnfera y el suplemento cultural INK del periódico universitario Inchiostro; actualmente escribe para la Revista México Social y Newsweek en Español, Guanajuato.

Es coautora de la revista I seminatori di storie y los libros de cuento Anchora spero di meglio e Inpaziente attessa, publicados en Italia con el grupo literario Trattolibero.

Testimonio

Es la tercera vez consecutiva que participo en el Premio Ariadna. Fui finalista en el 2018 y mención honorífica en el 2019, por lo que estuve al pendiente de la convocatoria 2020 para meterme de nuevo a la prueba. Felizmente resulté ganadora. ¡La tercera es la vencida!

Participar por tercera vez en los Premios Ariadna es algo que yo me debía y saldé la cuenta. En mi caso, a pesar de que ya tenía bastante experiencia como escritora y publicaciones en México y Europa, nunca había querido participar en ningún concurso literario; hasta que me decidí en la edición 2018. No es que no me atreviera, simplemente no lo había pensado ni necesitado, pero al ver la convocatoria de Editorial Ariadna sentí que había llegado mi momento. La decisión de participar este año 2020 fue siempre más fácil, aunque como en las anteriores ocasiones lo mantuve en secreto. Ya antes las experiencias habían sido muy gratificantes al resultar primero finalista y luego mención honorífica, en el 2018 y 2019, respectivamente. Así que me sentí motivada y quise participar otra vez para darle una oportunidad a otro cuento. Y ahora que en el 2020 me galardonaron como ganadora me embarga la felicidad y me siento honrada ya que el valor de mi obra fue reconocido.

Este año 2020 ha sido un año sumamente difícil en el cual hemos estado luchando por conservar la salud física y emocional. Nos ha dejado, profundos dolores, muchas pérdidas y a la vez grandes enseñanzas. En mi caso ha sido un momento de reencuentro con mi vocación de escritora. La hoja en blanco y yo hicimos una tregua, luego, las pases.

Escribí la primera versión de “El hilo” hace varios años. Su borrador data de mis inicios como escritora. Por años durmió en mi cajón de la esperanza, ahí aguardaba, paciente, su oportunidad. Hacer la elección me emocionó porque, al ser uno de mis primeros cuentos, es muy querido para mí. Quiero comentar que, mientras en las pasadas dos ediciones había razonado más la elección del cuento con el cual participar; ahora fue instintivo y simbólico; sabía que este era el momento de “soltar ese hilo”. Inmediatamente lo relacioné con El hilo de Ariadna, sea por la colección de Editorial Ariadna que por la facilidad con la que pude saber sin problema cuál sería el elegido para concursar. Así que retomé el cuento y prácticamente lo reescribí. ¡Y hubo aún mucho hilo en el carrete!, porque la versión definitiva que presenté, aunque inmutable en la idea, es muy distinta en cuanto a personajes y escenarios.

Ahora que he atado, amordazado y encerrado con siete candados en el cajón del olvido al miedo de inscribir mis obras, desearía participar en otros certámenes, nacionales e internacionales.

“No lo olvides nunca, antes que nada eres escritora”, ese el eco de las generosas palabras que para mí tuvo el grande Huberto Batis y que al aguzar el oído sigo escuchando; son un dulce néctar, alimento para mi vocación y estímulo para mejorar. En el caleidoscopio de la vida, hecha de sueño y realidad, de luz y sombra, me asomo para encontrar la capacidad creativa; es una gentil ventana que me permite ver mundos de inagotables historias y mi pluma se sumerge en la tinta infinita de lo que espera ser narrado. Esa misma capacidad creativa, luego, se transforma en una especie de planta que cultivo con esmero para hacerla florecer.

Veo los Premios Ariadna como una fuente de la que pueden abrevar los escritores, en ciernes o con trayectoria, que buscan refrescarse; particularmente en este año tan difícil, han sido un oasis en el desierto.