Dirán que olvidaré. Dirán que lo que pasará no ha pasado, mas yo sé que lo recordaré. Existiré con este recuerdo, el cual exhalaré poco a poco, en silencio, si es que puedo nacer a la vida de los muertos.
Sé todo esto desde que Ella pasó frente a mí. Nunca había visto nada igual. Mi vida se había limitado a un pequeño círculo cósmico: unos cuantos millones de estrellas y de sistemas.
Existir era todo lo que hacía en ese momento, de hecho, era todo lo que sabía hacer. Vivir una existencia larga, muy larga creo (en ese momento no me imaginaba cuánto).
Así que ahí estaba yo, pensando en lo agradable que era vivir sin cargar con las culpas del pasado, pues entonces el pasado aparente moría en la memoria. Pero en ese instante se cruzó Ella con mi mirada. No supe qué hacer. Todo el deseo que por ella siento, en ese preciso instante se formó. Ella ni siquiera se fijó en mí. Cómo podría hacerlo teniendo tantos seres que la aman y a los cuales atiende sin demora. La seguí entre las columnas de los grandes edificios, hasta la casa de La Nada. Ahí les vende espacios a los emprendedores, o a los que ya estando en la cima necesitan un poco de espacio libre, para insertar vicios o virtudes.
Esperé no sé cuánto tiempo a que saliera. No lo hizo. Tuve que irme con la conciencia invadida por un sentimiento nuevo y extraño.
Decidí ir con mi vieja amiga La Vida, que de un tiempo a éste resulta que tiene todas las respuestas.
Le conté el extraño encuentro, y sin dejar que terminara mi atropellada descripción soltó una viva risa, y tomándome las manos dijo:
(Fragmento del capítulo I)