MOSAICO TEATRAL

José Ruiz Mercado

Editorial Ariadna, 2021

Colección de Ensayo: Teseo Enredado / 6

204 páginas

ISBN: 978-607-8269-49-5

Pintura de la portada: Esperanza Gama, Mosaico teatral; 26 x 45 cm; acrílico sobre tela, 2021.

PRESENTACIÓN

Alejandro Ostoa

Oscuro total. Tímido sonido de apagador al encenderse. La veladora (luz de trabajo) parece fisgonear, filtrándose con un destello de luz, entre la hendidura del arco de proscenio y la parte superior del telón que, en su hermoso drapeado, ostenta la alcurnia a la cual pertenece. Las discretas luces rojas de las butacas, apenas arriba del piso de los pasillos, crean una tenue valla. Del vestíbulo se escucha el susurro de una puerta pesada que se abre y posteriormente se cierra. Respira la débil luz de la sala, la alfombra de la misma absorbe los pasos del hombre que entra, produciendo una ligera resonancia del firme andar del caballero bien plantado.

Él se acerca al escenario y conforme avanza, rítmicamente se va plegando el terciopelo rojo. Las luces laterales se encienden y descubrimos al personaje, es el maestro José Ruiz Mercado, quien en las manos lleva un sobre-bolsa de papel manila, con hojas blancas en el interior. Luz especial al centro de la escena, bañando a un escritorio de fina ebanistería y pesada, pero cómoda silla, con asiento y respaldo de elegante tapiz. Lekos, pares sesenta y cuatro, fresneles y elipsoidales se dirigen a la escena cuando, de pronto, diablas y candilejas se asoman y permanecen realzando la atmósfera.

La mirada del maestro se dirige a la sala, para fijar la vista en la platea, luego los palcos y más allá la galería. En la memoria guarda la imagen panorámica de las localidades. De pronto, lentamente, levanta la cabeza, invoca a Dionisos, dirigiéndose al telar y a la maquinaria. Desea que llegue mediante Deus ex machina. Queda admirado con un personaje que pasa como de Zeus y desaparece traspasando el ciclorama.

Ruiz Mercado recupera la vertical, gira el cuello hacia la derecha (del actor) y descubre al amigo imaginario ausentado de su vida por un tiempo. Sólo él lo focaliza —terminantemente prohibido utilizar efectos o recursos de tecnología de punta—. El avistado es un antiguo tlacuilo, su gemelo que la primera vez que apareció se presentó como incondicional presencia tutelar. José, se transforma en Pepecuícatl, presuroso saca las hojas y una pluma para, de inmediato, empezar a escribir. Mientras tanto, una sombra desapercibida llega a sentarse a una butaca y contempla la escena. Este último observa al protagonista, y su pensamiento adquiere voz que no importuna al maestro José Ruiz Mercado:

—¡Cuánta claridad del maestro Pepe! Esa luz de la que no se despoja, lo acompaña siempre en su andar cotidiano; claro que se intensifica más cuando aterriza en la pista creativa, como lo fue El concierto del viernes y más aún con Canto para la ciudad. Eso no quiere decir que sea un despistado en sus andanzas por los andurriales de los barrios, suburbios ni zonas residenciales, ya sea en la Perla tapatía o municipios, rancherías, ciudades o estados, tanto de los Estados Unidos Mexicanos como de otros países. Del café Madoka, en el mero centro de Guanatos, donde se calentaba las manos con la taza recién servida de un excelso arábica, veía el contenido que revoloteaba como torbellino y aspiraba el olor de la infusión para después complacer al paladar, mientras escuchaba la voz interna de la inmersión. Y de allá, se dejó conducir por este Pueblo de miel derramada, andando por Calle Luna, calle, a Pasos lentos hasta llegar a casa de Talía y Melpómene, acompañado por Euterpe, ante el coqueteo de Clío. Observarlo en la creación es sorprendente, pero en un teatro como éste, el estro se le magnifica. Viéndolo bien, es un cenital, como el que cae sobre él y su trabajo, afortunadamente no lo han aplanado los leds. Y hablando de cenital me recuerda a una actriz que en tono bromista pedía ser bañada por un “genital”. Y es que el maestro Pepe va a los genes, a la génesis, sin rezarle a San Ginés de Roma. Sí, a los genes del teatro, a la genealogía. Yo me quedo como Torstov en Un actor se prepara, de Stanislavski, y en ese caso no respeto a Celestino Gorostiza y lo escribo como el tlacuilo manda, con i latina, aunque el teórico vivencial y director teatral haya sido ruso.

Cómo me sorprende el maestro. Eso de conservar el espíritu de crío, como decían en la Nueva Galicia, actual Perla de Occidente, y preguntarse constantemente para despejar las incógnitas generadas, desde los puntos de vista de las diversas ciencias, estética y sensibilidad, es impresionante. Su particular método como poeta, narrador, dramaturgo, investigador, director, incluyendo “anexas y ramales”, impacta. La tinta me dice, antes que se registre en el papel, que está creando un gran mural con trocitos de evocaciones de la historia del teatro. Se trata de un Mosaico teatral.

Ha hurgado en el tiempo, la historia y las vivencias, en este arte efímero de la representación, pero que en singulares casos permanece registrado en el interno escenario de las emociones, a pesar de haberse cerrado el telón. Acostumbra Cargar la vida (¿él la lleva a cuestas o la va energetizando?).

El chamán Ruiz Mercado no abandona los ritos y llega a la representación, estableciendo diálogo con Dionisos y el Padre Sol para iniciarnos traspasando la “cuarta pared”.

 ¿Cuántas interrogantes se ha respondido este preceptor escénico con alma de mozalbete? Espero que Pitágoras pueda ayudarme.

Es cierto, la mayoría de las generaciones egresadas de las instituciones superiores especializadas tienen la certeza de que el teatro inicia con ellos. Pero. no son capaces de discernir si “estudiaron” teatro o actuación. Además, presumen que con un título el papel escénico se hace por sí solo, sin la experiencia de las tablas.

Pepe no se ha percatado que Calabaza, su gata consentida, cruzó la escena, pero percibe el maullido a la poetiana y su pasión escénica se intensifica. Tiene como antecedente La gata de Brenda.

El memorioso sacude mis recuerdos y, con su hilo conductor, me transporta a la providencial provincia en que la escena abona no sólo el terruño, sino que se planta en la región, para ser cosechada en el país e ir a otras latitudes con el disfrute de los aranceles, universalizándose con la denominación de origen hasta los consumidores, el público.

Ruiz Mercado escribe casi de corrido y es raro que tache o enmiende, si acaso hace anotaciones al margen, pero sin marginarse.

El corpus dramático de Mosaico teatral es incluyente. Avizora la visión crítica de quienes han dejado huella en revistas y periódicos. De aquellos profesionales que desmenuzan la representación para, sin amputaciones, integrarlos a ese acto sano que los mantiene “vivitos y representando”.

Se convierte en vocero de los dramaturgos y sus criaturas (obras), hace saber a los demás de su existencia, de sus cualidades, tema, subtemas, entrelineados y estilos. Ese Pepe que nunca pierde el estilo.

Los grupos representativos que han transitado en el carromato de Tespis se detienen un rato en esta diligencia difusora (Éxito radiofónico) de los quehaceres mediante este libro, en que los directores van trazando su gira.

El maestro está tan concentrado que no se ha dado cuenta que de su borrador emerge una presencia femenina. Es la elocuencia, Musa que se integra al Mosaico, por lo que se metamorfosea en Musaico teatral (sic). Así llega al índice, indicador de lo que sucede en el entorno y núcleo del teatro que adquiere el pasaporte universal.

José Ruiz Mercado, con amplio ademán, pone punto final en el papel. Apoya el codo en el escritorio y recarga la barbilla en la palma de su mano. Queda meditabundo por unos segundos. Después, deja esta posición y en el aire dibuja una seña de abrir paréntesis, al que le agrega tres puntos suspensivos y cierra el signo, que plasma en papel, con lo que indica su propósito para que el próximo libro sea parte de otro acto que suceda a la vista

del espectador. Se levanta de la silla. Enrolla las hojas, queda en proscenio, al centro, proyecta la mirada hacia el fondo. Transición. Contempla el rollo de papel y realiza un movimiento que alude a ser incrustado en un orificio, pero no finaliza el remate, sino que lo lleva a un lado y luego al otro contrario, para hacerlo danzar rítmicamente a manera de batuta. Un seguidor destaca al maestro José Ruiz Mercado, quien va hacia la derecha para bajar los escalones del foro, llega a la sala, lo sigue iluminando el seguidor. Ve su reloj pulsera y se percata que es la hora de la botana en La Fuente. (Si tiene suerte podrá encontrar lugar ahí, sino tendrá que ir al Mascusia y, como dice voz populi: “Al pueblo que fueres haz lo que vieres”. Por lo que degustará la especialidad de esa cantina con tradición: viril de toro.) Presuroso, emprende la salida por el pasillo, mientras la luz del seguidor se diluye hasta desaparecer para, inmediatamente, 

caer el telón.

Mientras se cierra el telón, se abre un ejemplar de Mosaico teatral en el foro.

SEMBLANZA

José Ruiz Mercado

(Guadalajara, Jalisco, México, 1954)

Primero fue Estética: Identidad Cultural (CONACULTA-INBA), publicado en el 2002 como un intento de respuesta a la multiplicidad cultural del país. La simbiosis entre muchos mundos, fruto de seminarios, conferencias, el aula, diarios y revistas.

Las interrogantes nacieron tanto como la invitación a participar en diarios, y posteriormente en sitios web. Uno de esos sitios fue TEATRALIDADES con una columna denominada Estudiar Teatro o Sólo Actuación. En gran medida parte del material presente fue publicado en dicho sitio.

Se revisa la obra de los dramaturgos mexicanos, de los teóricos, llegamos a observar el divorcio entre el autor y los directores, actores, quienes continúan en un discurso de principios del siglo XX.

En el trascurso de la escritura de este material fallecen varios de los protagonistas mencionados. El material va formando la estructura de libro. Continúan las colaboraciones a TEATRALIDADES mientras a la par se trabaja en el libro: Mosaico teatral. Se le hace un prólogo, se busca editor.

Pasa tiempo. Las promesas, luego la leyenda del riesgo. Mosaico teatral plantea un viaje a las entrañas de los dramaturgos y su obra. Fruto de muchas lecturas y otras tantas discusiones.

Tras la lectura y revisión de este viaje, nace el Prólogo de Alejandro Ostoa. La visión plástica de Esperanza Gama, aborda magistralmente el todo temático en una sola imagen.

José Ruiz Mercado es autor de Ausencias con paisaje (poesía),
De música con músicos (teatro), Y si cuento mejor te cuento,
publicado en esta misma editorial.

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