—¡Cuánta claridad del maestro Pepe! Esa luz de la que no se despoja, lo acompaña siempre en su andar cotidiano; claro que se intensifica más cuando aterriza en la pista creativa, como lo fue El concierto del viernes y más aún con Canto para la ciudad. Eso no quiere decir que sea un despistado en sus andanzas por los andurriales de los barrios, suburbios ni zonas residenciales, ya sea en la Perla tapatía o municipios, rancherías, ciudades o estados, tanto de los Estados Unidos Mexicanos como de otros países. Del café Madoka, en el mero centro de Guanatos, donde se calentaba las manos con la taza recién servida de un excelso arábica, veía el contenido que revoloteaba como torbellino y aspiraba el olor de la infusión para después complacer al paladar, mientras escuchaba la voz interna de la inmersión. Y de allá, se dejó conducir por este Pueblo de miel derramada, andando por Calle Luna, calle, a Pasos lentos hasta llegar a casa de Talía y Melpómene, acompañado por Euterpe, ante el coqueteo de Clío. Observarlo en la creación es sorprendente, pero en un teatro como éste, el estro se le magnifica. Viéndolo bien, es un cenital, como el que cae sobre él y su trabajo, afortunadamente no lo han aplanado los leds. Y hablando de cenital me recuerda a una actriz que en tono bromista pedía ser bañada por un “genital”. Y es que el maestro Pepe va a los genes, a la génesis, sin rezarle a San Ginés de Roma. Sí, a los genes del teatro, a la genealogía. Yo me quedo como Torstov en Un actor se prepara, de Stanislavski, y en ese caso no respeto a Celestino Gorostiza y lo escribo como el tlacuilo manda, con i latina, aunque el teórico vivencial y director teatral haya sido ruso.
Cómo me sorprende el maestro. Eso de conservar el espíritu de crío, como decían en la Nueva Galicia, actual Perla de Occidente, y preguntarse constantemente para despejar las incógnitas generadas, desde los puntos de vista de las diversas ciencias, estética y sensibilidad, es impresionante. Su particular método como poeta, narrador, dramaturgo, investigador, director, incluyendo “anexas y ramales”, impacta. La tinta me dice, antes que se registre en el papel, que está creando un gran mural con trocitos de evocaciones de la historia del teatro. Se trata de un Mosaico teatral.
Ha hurgado en el tiempo, la historia y las vivencias, en este arte efímero de la representación, pero que en singulares casos permanece registrado en el interno escenario de las emociones, a pesar de haberse cerrado el telón. Acostumbra Cargar la vida (¿él la lleva a cuestas o la va energetizando?).
El chamán Ruiz Mercado no abandona los ritos y llega a la representación, estableciendo diálogo con Dionisos y el Padre Sol para iniciarnos traspasando la “cuarta pared”.
¿Cuántas interrogantes se ha respondido este preceptor escénico con alma de mozalbete? Espero que Pitágoras pueda ayudarme.
Es cierto, la mayoría de las generaciones egresadas de las instituciones superiores especializadas tienen la certeza de que el teatro inicia con ellos. Pero. no son capaces de discernir si “estudiaron” teatro o actuación. Además, presumen que con un título el papel escénico se hace por sí solo, sin la experiencia de las tablas.
Pepe no se ha percatado que Calabaza, su gata consentida, cruzó la escena, pero percibe el maullido a la poetiana y su pasión escénica se intensifica. Tiene como antecedente La gata de Brenda.
El memorioso sacude mis recuerdos y, con su hilo conductor, me transporta a la providencial provincia en que la escena abona no sólo el terruño, sino que se planta en la región, para ser cosechada en el país e ir a otras latitudes con el disfrute de los aranceles, universalizándose con la denominación de origen hasta los consumidores, el público.
Ruiz Mercado escribe casi de corrido y es raro que tache o enmiende, si acaso hace anotaciones al margen, pero sin marginarse.
El corpus dramático de Mosaico teatral es incluyente. Avizora la visión crítica de quienes han dejado huella en revistas y periódicos. De aquellos profesionales que desmenuzan la representación para, sin amputaciones, integrarlos a ese acto sano que los mantiene “vivitos y representando”.
Se convierte en vocero de los dramaturgos y sus criaturas (obras), hace saber a los demás de su existencia, de sus cualidades, tema, subtemas, entrelineados y estilos. Ese Pepe que nunca pierde el estilo.
Los grupos representativos que han transitado en el carromato de Tespis se detienen un rato en esta diligencia difusora (Éxito radiofónico) de los quehaceres mediante este libro, en que los directores van trazando su gira.
El maestro está tan concentrado que no se ha dado cuenta que de su borrador emerge una presencia femenina. Es la elocuencia, Musa que se integra al Mosaico, por lo que se metamorfosea en Musaico teatral (sic). Así llega al índice, indicador de lo que sucede en el entorno y núcleo del teatro que adquiere el pasaporte universal.